lunes, 1 de diciembre de 2008

Antonio Pérez


Su nacimiento es oscuro, sin embargo fue legitimado como hijo de Gonzalo Pérez en 1542 por el emperador.[1] Parece bastante probable que Gonzalo Pérez, uno de los más prestigiosos secretarios de Carlos I, fuese el padre, siendo acusado por sus enemigos de engendrar a Antonio durante su etapa de clérigo, lo que Gonzalo siempre negó. Esta circunstancia empaña el origen de su hijo. Se crió en las tierras del príncipe de Éboli (Ruy Gómez de Silva). Estudió en las más prestigiosas Universidades de su tiempo como la de Alcalá de Henares, Salamanca, Lovaina, Venecia y Padua.

Secretario de Estado [editar]
Su padre, Gonzalo Pérez, le inició en los asuntos de Estado. Éste fue nombrado, en 1543, secretario del príncipe (y luego rey) Felipe. En 1556 el emperador Carlos abdica sus reinos españoles en su hijo que se convierte en el rey Felipe II y Antonio Pérez continúa como su secretario particular mientras su padre, Gonzalo Pérez, continúa como secretario de Estado. Gonzalo Pérez muere en 1566 y su hijo Antonio es hecho secretario de Estado un año más tarde aunque sus competencias fueron recortadas respecto a las de su padre, haciéndose cargo solamente de los asuntos atlánticos (Países Bajos, Francia, Inglaterra y Alemania), a través de su secretaría en el Consejo de Castilla también tenía acceso a la correspondencia interna. Los asuntos del Mediterráneo quedaron bajo cargo de Diego de Vargas, tras cuya muerte, Antonio intentó por todos los medios conseguir también esa secretaría. Esto hizo que Felipe II comenzara a desconfiar de él. Con el apoyo del marqués de los Vélez y el arzobispo Quiroga, Antonio Pérez pidió para sí la oficina vacante de Vargas en 1588, a lo cual se opusieron el conde de Chinchón y todos los que temían al poder de Antonio Pérez. Felipe II concedió finalmente los asuntos mediterráneos e italianos a Gabriel de Zayas.
Durante sus primeros diez años de secretario, Antonio Pérez ejerció una gran influencia sobre Felipe II, el cual normalmente seguía sus consejos reconociendo su inteligencia, conocimiento en los asuntos del Estado e instinto infalible. Esta confianza real le sirvió para conseguir más poder y, como la mayoría de sus contemporáneos, enriquecerse en su cargo. Ya desde la época de Carlos I existían dos facciones en la Corte española: La parte «liberal» liderada por el príncipe de Éboli y su secretario Francisco de Eraso, y la parte «conservadora» liderada por el duque de Alba y el inquisidor general Fernando de Valdés. Tras la muerte del príncipe de Éboli en 1573, Antonio Pérez pasó a liderar la facción liberal y comenzó su asociación con la princesa de Éboli (Ana Mendoza), de la cual Antonio se benefició por sus contactos con la aristocracia, beneficiándose económicamente ambos de esta asociación. Antonio Pérez le reveló a la princesa de Éboli secretos de Estado y juntos traficaron con información gubernamental. En su contra contaba con el duque de Alba, los Toledo y el conde de Barajas.

Caída de Antonio Pérez [editar]
Durante el gobierno de Juan de Austria en los Países Bajos, Antonio Pérez y sus aliados (el marqués de los Vélez y el cardenal Quiroga) aconsejaban al rey por una paz negociada con los rebeldes y una invasión de Inglaterra, consejo que el rey ignoró por el momento pues no se consideraba preparado para dicha invasión. Por razones desconocidas, Antonio Pérez jugó con las ya tensas relaciones entre Felipe II y su hermanastro Juan de Austria e hizo aparecer a los ojos del rey como subversivas las pretensiones de éste acerca de Inglaterra. Pero Felipe II ya desconfiaba de su secretario, por lo que en 1578, Juan de Escobedo (secretario de don Juan de Austria) llegó a la Corte para explicar la posición de su maestro al rey, lo cual podía dejar al descubierto a Antonio. Por ello, Antonio culpó a Escobedo por las ambiciones de don Juan y aconsejó al rey eliminarlo.
El rey parece que accedió a que Escobedo fuese eliminado. Antonio Pérez primero trató un intento fallido de envenenamiento y luego contrató un grupo de asesinos que acabaron con la vida de Escobedo en Madrid el 31 de marzo de 1578.
Pronto comenzó un rumor acerca de su implicación en el asesinato de Juan de Escobedo. Felipe II intentó en un principio proteger a Antonio Pérez, en parte por su propio sentimiento de culpabilidad y en parte por lo que podía revelar, pero cuando su hermanastro don Juan murió y sus documentos llegaron a Madrid, descubrió la trama y mentiras de Antonio Pérez, dándose cuenta de que don Juan siempre había sido leal. Considerándose traicionado, Felipe II comenzó a desconfiar de la asociación de Antonio Pérez y la princesa de Éboli y sospechaba de un tráfico de secretos de Estado.
En la noche del 28 de julio de 1579, Antonio Pérez fue detenido tras salir de su despacho. La princesa de Éboli asimismo fue puesta bajo custodia, primero en la Torre de Pinto, luego en el castillo de Santorcaz y, finalmente, fue recluida en su propio palacio de Pastrana donde pasó el resto de su vida. Poco después el puesto de Antonio Pérez fue ocupado por Granvela.
Antonio Pérez tenía libertad para moverse por Madrid, siendo vigilado por la Corona pues el rey necesitaba sus documentos (los cuales podían implicarle a él también en el asesinato de Escobedo). Más tarde, los Escobedo y sus aliados tras presionar en la Corte, consiguieron que Antonio Pérez fuera detenido por segunda vez en 1585 bajo los cargos de tráfico de secretos y corrupción (sin mencionar el asesinato), fue encontrado culpable y condenado con dos años de prisión y una enorme multa. En 1590 reconoció bajo tortura su implicación en el asesinato de Escobedo.
En abril de 1590, ayudado por su esposa, Juana Coello, Antonio Pérez escapó de su prisión en Madrid y huyó a Zaragoza, dónde consiguió la protección de los fueros. En el Reino de Aragón encontró el apoyo del duque de Villahermosa, el conde Aranda, y principalmente Diego de Heredia (de la baja nobleza). Mientras tanto y en su ausencia, en Madrid fue condenado a muerte (sin saberlo). Felipe II hizo un alegato ante el Justicia de Aragón contra Antonio Pérez por los cargos de asesinato de Escobedo, tráfico de secretos de estado y huida de prisión. Felipe II, desesperado por la lentitud de la justicia aragonesa y porque no esperaba una condena favorable, retiró los cargos y usó un tribunal contra el que los fueros aragoneses y la Justicia aragonesa no podían oponerse: La Inquisición. Pérez no era un hereje, pero no fue difícil construir un caso contra él. En mayo de 1591, Antonio Pérez fue trasladado de la prisión del Justicia a la de la Inquisición, por lo que sus defensores organizaron una revuelta en Zaragoza, conocida como revuelta de Antonio Pérez o Turbaciones de Aragón. Se le devolvió a la prisión de la Justicia aragonesa y desde allí llevó una campaña contra la Corona. En septiembre se le trasladó de nuevo a la prisión de la Inquisición. Heredia y sus seguidores lo volvieron a sacar y en esta ocasión le dejaron libre, la situación derivó en una crisis en Aragón por la defensa de los fueros.


En octubre de 1591 se acabó con la sublevación y Antonio Pérez huyó a Francia donde recibió el apoyo de Enrique de Navarra para intentar una invasión francesa que fracasó. Más tarde Pérez se trasladó a Inglaterra donde ofreció información que sirvió para el ataque inglés a Cádiz en 1596 y estimuló la leyenda negra contra Felipe II. Tras intentar conseguir el perdón de la Corona sin éxito, Antonio Pérez falleció en París en la más absoluta pobreza en 1611.

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